jueves, 5 de marzo de 2009

El Ranchito


Hay una tienda en mi barrio que me tiene fascinada.
Su escaparate es indescriptible: un auténtico ranchito.
Por si no lo sabéis, ranchito es una expresión sudamericana que se usa para designar una chapuza demencial, un cutrerío atroz, algo
tan feo y desordenado que en realidad resulta divertido.
Me encanta porque es una de esas palabras que suenan exactamente como lo que quieren decir. Haced la prueba: ran-chi-to. Sólo de decirla me sonrío.

Y eso es lo que me pasa cada vez que paso por delante de ese escaparate, que me parto de risa.
Básicamente lo que tiene de original es que vende ropa de mercadillo a precios desorbitados.
Pero no cualquier ropa de mercadillo. Piezas cuidadosamente escogidas por una mente enferma. El nivel de horterez es insuperable.
Una profusión de encajes sintéticos, volantes de terciopelo, estampados imposibles y pedrerías de plástico que harían palidecer a la mismísima
Imelda Marcos.

Hasta ahí todo bien, pues cada cual tiene derecho a ponerse y a vender lo que quiera. Lo bueno llega a la hora de leer la cifra que marca la etiqueta.
Esta señora es una visionaria, ha creado un nuevo concepto en la economía: la
SuperHiperMegaInflación.
Los precios no bajan de los 150 euros para una ¿blusa? de ganchillo con incrustaciones de plástico o los ¡300! para las prendas estrella, como un espantoso vestido de lentejuelas con pinta de haber sido donado por la beneficiencia.
Para mejorar el conjunto, añade un ejército de querubines dorados, hadas de resina descascarilladas, campanitas de Navidad oxidadas, lazos roídos y un sinfín de objetos sin sentido a la decoración.
Hay un detalle que me gusta especialmente: un envoltorio viejo de unas medias de Balenciaga. No contiene nada, pero lo importante es que pone:
"Balenciaga. París".
Está estratégicamente expuesto en una esquina para darle más glamour a la cosa. El cartón está amarillento y el plástico arrugado.

Un auténtico ranchito, y aún diría más: el ranchito por definición.
Me encanta.

Para no herir sensibilidades, a esta peculiar boutique la llamaremos "El loro". Es un nombre ficticio, pero os aseguro que se parece bastante al original.
Pues bien, lo mejor de El loro es que no es sólo una tienda de ropa. Es también un gimnasio. Como lo oyes.
A un lado hay unas escaleras que bajan a un centro deportivo que prefiero no imaginar, y en el otro la boutique.
Todo ello coronado por un logotipo tipo clip art que representa el animalito en cuestión.
Una gozada.

El caso es que pasan los años, y el
comercio resiste.
¿Será que verdaderamente la señora ha conseguido convencer a algún incauto de que lo que vende es lo último en diseño? ¿El local es un alquiler de renta antigua y el negocio un pasatiempo de una jubilada con complejo de Coco Chanel? ¿Es una tapadera para un negocio ilegal?

Es uno de esos
misterios de la humanidad sin respuesta.
Por mi parte espero que no desaparezca nunca. Siempre espero ansiosa el cambio de escaparate y la llegada de la nueva temporada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parto!

yonson dijo...

es una tienda para, como decimos en méxico, alborotarse lo feo y lo más divertido es que hay que pagar mucho para tales efectos.

La chica cortocircuito dijo...

Karla, ¿en México usáis la expresión "ranchito"? Aquí la puso de moda Boris Izaguirre, que es venezolano...
Si vienes a Madrid te enseñaré la tienda, ¡no tiene pérdida!

yonson dijo...

pues no en esa forma, un ranchito o una ranchería es un pueblecito con muy pocas casas y pocos o nulos servicios (bastante cutre). Podría funcionar la expresión tambien...Lo de conocer la tienda esta hecho, no se cuándo pero esta hecho