jueves, 10 de julio de 2008

Hotel


Llámenme masoquista, pero lo cierto es que sentí la necesidad de volver al escenario de nuestro primer viaje.
Soy una persona de impulsos, así que tomé el primer avión a Barcelona y me alojé en el cuarto donde, cinco años atrás, fuimos felices. Bien pensado, creo que el tiempo que pasé con ella fue un afortunado paréntesis, una anécdota en una vida abocada al fracaso y la soledad.
El hotel era uno de esos locales pretenciosos que se autodenominan boutiques, y contaba con una biblioteca compuesta por los libros que los huéspedes dejaban olvidados en las habitaciones. Bajé en busca de palabras de consuelo, aunque fuesen escritas. Mi viaje no estaba siendo todo lo terapéutico que esperaba.

Entonces, lo vi. Lo abrí. Mi propia letra en la primera página. Mi dedicatoria.
Aquel párrafo que ella había subrayado, como una premonición macabra de lo que nos ocurriría cinco años después.

*Relato participante en el concurso de Microrelatos de la Fnac, cuya temática gira en torno al libro.

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