domingo, 13 de diciembre de 2009

Cambio 5 estrellas por 10 años menos.


En los últimos años he estado en Inglaterra, en Escocia, en Francia, en Italia, en Alemania, en Croacia, en Estados Unidos y hasta en Indonesia.
Creo que no hay nada que disfrute más en la vida que viajar, aparte del amor cuando empieza.
He viajado en primera clase, en compañías low cost, en coche, en autobús, en tren, haciendo escalas interminables en países remotos. He dormido en hoteles de lujo, en villas balinesas, en residencias de estudiantes, en cabañitas en islas desiertas, en hostales modernos y en casas de amigos.
Sin embargo, hay un viaje realmente modesto del que tengo un recuerdo muy especial.

El destino era un pueblo gallego a pocos kilómetros de mi ciudad de origen, el medio de transporte un autobús traqueteante y el presupuesto, lo justo para pagar el botellón y el cámping. El alojamiento, una tienda de campaña sin toldo.
La escapada iba a durar un fin de semana, pero finalmente la prolongamos durante días.

El número previsto de asistentes se redujo de 10 a 3. Aun así no desistimos en marcharnos.
Pronto descubriríamos que 3 es un número mágico a la hora de atraer amistades, aventuras y nuevas experiencias.
El viaje nos dejó exhaustas, sin un duro, con la piel achicharrada de dormir en la playa, con nuevos amigos y un recuerdo que permanece intacto 10 años después.
Todavía hoy nos reímos hasta que nos duele el estómago rememorando lo que vivimos entonces.
Y es que el entusiasmo de los 20 años no se paga con dinero.